Extraños en la noche
Ojos encandilados de sangre,
también la siente hirviendo en sus venas.
La rabia se apoderó de todo
germinando en él la semilla del odio.
Sintió la apuñalada traicionera,
el deseo de faltar a la moral.
Ellos yacían tendidos entre las sábanas;
uno sobre el otro, agotados, extasiados.
Nunca notaron su llegada.
Él esperó pacientemente,
sigiloso entre las sombras;
maliciosamente controló su instinto.
Encontrose empuñando su tentación asesina;
en ella, su mortal reflejo,
pocos pasos al frente, la alcoba;
el puño decidido y furibundo dispuesto a atacar.
Sin piedad los embistió cual fiera,
cercenando sin palabras su piel.
En el aire... gritos ajenos de clemencia,
en su alma... el placer de liberar su pasión siniestra.